
El cuarto día, tocaba otra cumbre, el Bisaurín. Fracho, como de costumbre, empezó a dar el follón alrededor de las 6 de la mañana, y desde la habitación me permitió hacer las fotografías de la luna. Alrededor de las 7,20 salimos hacía el Bisaurín, por una senda en continua ascensión, primero por una zona boscosa, y posteriormente, por prados ganaderos que se hacían interminables. Me venían otra vez los recuerdos del viaje realizado diez años antes, en concreto una divertida discusión entre Antonio Carrión y Marisol, que dió lugar a llamar a una zona collado del "pan duro". A lo largo de la subida, de forma intermitente veíamos el perfil de la última pala de subida a la cima, y que me llevaba a pensar que locos estamos. Llegamos por fin al collado Foratón, desde el cual se inicia la subida por la temida pala, dos tercios de hierba y el último tercio de piedra descompuesta y con una inclinación máxima. Llegamos a la cumbre, sin que pudiéramos ver las increíbles vistas prometidas, pues en ese momento se cerraron las nubes sobre la cima y soplaba un fuerte viento. Comimos algo, y para abajo por el mismo camino. Al llegar al collado del Foratón, vimos un nuevo refugio a los pies del Bisaurín que no conocíamos y resulto ser el Lizara, al que teníamos previsto ir al día siguiente.
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