
Por fin llegó el día de subir al Perdido, una de las cumbres emblemáticas de los Pirineos de 3.341 metros. El día amaneció despejado, soleado, pero con un poco aire que aliviaba la sensación de calor. Nada más empezar me di cuenta que la subida era complicada, pues no se trata de una senda más o menos inclinada, estábamos ante una senda plagada de piedras, pequeños y grandes trepes, desniveles que no permiten coger un ritmo de subida continuo. Se trata de ir superando diversos muros que se interponen en el trayecto. De los últimos, esta la ciudad de Piedra, con unas majestuosas piedras que hay que ir sorteando y saltando. Aquí nuevamente nos fue muy útil el gps, pues algunos de los que nos precedían se confundieron de itinerario. Por fin llegamos al lado helado, a los pies del Cilindro. Y cuando giras la vista a la derecha, yo personalmente me asusté, al ver la senda por la cual se accedía al último collado antes de la cumbre, la impresionante escupidera, y encima señalizada como zona peligrosa. Se trata de una senda, que tiene tramos de tierra, roca, pedreras y senda con un nivel de inclinación grande, y como su nombre indica, en algún tramo te puede escupir al vacio si pierdes el equilibrio. Menos mal que no había nieve y no tuvimos que usar los crampones. Después de una subida interminable llegamos al collado último, y en muy poco tiempo llegamos a la cima del Monte Perdido. Las vistas son impresionantes y nunca las fotografías podrán reflejar su majestuosidad, del valle de Pineta, del cañon de Añisclo, del valle de Ordesa, del Cilindro. Aquí están las fotografías.
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